
Tan sólo unos segundos antes era
incapaz de pestañear siquiera imaginando como sería lo que estaba por llegar,
confeccionando en su cabeza cada momento: dibujando milimétricamente esas
estampas que le dejarán sin aliento, que le harán palpitar más fuerte el
corazón, que le arrancarán un suspiro. Pero
esas cavilaciones se han visto vencidas por el cansancio y por fin cerró sus
ojos, ya descansa; ahora se dispondrá a soñar dejando volar su imaginación,
yendo a donde la lleven sus sueños, sus anhelos, dejando pasar las horas que en
noches como estas parecen duran minutos, porque la ilusión a veces es capaz de
adueñarse de las manillas del reloj para adelantarlas a su antojo haciendo así
más corta la espera.
Encadenando sueños y más sueños respira profundamente, disfrutando de esta corta tregua que le ofrece la noche, en silencio, sin nadie que turbe su sosiego, hasta ese preciso y precioso instante en el que en sus mejillas se reflejen los primeros haces de sol del alba. En ese momento Sevilla se despertará y enjuagará su cara con el rocío de la mañana escuchando el canto de las golondrinas y el atronador sonido de las campanas de la Catedral. Será domingo de ramos y tocará seguir soñando, pero con los ojos abiertos.
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